sábado, 13 de junio de 2015

Declaración de intenciones. Por una maternidad a tu elección.

Soy un ser humano, un homo sapiens de género femenino, con capacidad reproductiva desde que el ADN así lo decidió.

Vivo en el siglo XXI y mi especie ha evolucionado a través de los miles de años que habita en el planeta tierra. Es un largo recorrido hasta llegar al día de hoy en el que la tecnología nos está llevando por nuevos caminos de desarrollo. Caminos que me permiten escribir estas palabras y compartirlas a través de un entramado virtual que nos conecta como jamás hubiéramos podido conectar, permitiendo que mi voz, pequeña y escondida tras una pantalla de ordenador, llegue a lejanos hogares de prácticamente todo el mundo.

Voy a ser madre.






Pero necesito volver a la primera frase de este texto, soy un ser humano, tengo la capacidad de reproducirme por un capricho de la genética. Otros seres humanos, incluso compartiendo género, no disponen de esta capacidad.

Es por ello que llevo 9 meses en constante cambio físico, hormonal y mental. Leyendo todo lo que en mis manos cae como si entre esas líneas apareciesen remedios mágicos que calmasen mi incertidumbre, mis miedos o mi inseguridad.

Entre tanta lectura se esconde la búsqueda de la información necesaria para realizar las correctas decisiones a las que me enfrentaré en muy pocos días.

Soy mujer, voy a ser madre y vivo en el siglo XXI.

3 factores que parecen entramar sentimientos, ideologías y posicionamientos que caen en la polaridad, en el conflicto y en la rivalidad. En mi caso quiero huir de radicalismos o posiciones de ataque o de defensa. Solo quiero definir mi nueva situación, posicionar mi nueva función social y sentir que el suelo no tiembla bajo mis pies.

Por ello, para el que aún esté siguiendo las palabras de este post, agradecería la abstención de tergiversar o malinterpretar mis palabras pues hacen referencia única y exclusivamente hacia mi persona. Mucho de lo que escribiré podrá doler, o podrá crear vínculos en los que sentir afinidad y compañía, pero no lo expongo por sentar cátedra o cambiar el mundo.

Aunque en realidad creo firmemente que nuestros actos, a nivel individual, anónimos y casi imperceptibles son los que verdaderamente cambian el mundo, pero ese es otro tema.

Un tema que agita mi mente, que me confunde y me llena de contradicciones es precisamente el cambio que sufrirá mi vida en los próximos años y el poco apoyo social que siento.

Desde los 12 años, edad en la que apareció mi primera menstruación, soy fértil.

Mi sociedad lo sabe.

Mi sociedad sabe que en algún momento de mi vida, voy a plantearme la maternidad, sabe que puedo cumplir con mi función reproductiva y sin embargo no me prepara para ello, no prepara su tejido empresarial para ello, no respeta al bebé/niño/adolescente que está en camino. Y el mal no sería tan malo si solo fuera yo, pero es que en 1982 nacimos miles de niños y niñas y todos hemos sido ignorados en este apartado vital.

Mi sociedad solo tiene un objetivo económico por el cual el resto de homo sapiens debemos dar la vida y ajustar nuestra naturaleza a sus necesidades.

Aquí es donde empieza mi locura, mi mente no puede concebir que así sea.

Hasta el día de hoy disfruté la libertad de tomar las decisiones que más me convenían, sin consecuencias para terceros.

Pronto lo que decida también repercutirá en mi hijo.

Decisiones que empiezan desde el momento del parto, no medicalizado? Cesárea programada?

Seguimos con sus primeras semanas de vida, lactancia materna exclusiva? Lactancia artificial? Colecho o método Estivil?

Toca decidir si volver al trabajo. ¿Qué hago con un bebé tan pequeño? Sigo trabajando y me apoyo en las instituciones para que sustituyan mi función como cuidadora? Me quedo en casa para poder ejercer como madre a tiempo completo?

Papillas o Baby Led Wining?

Pañales de tela o celulosa?

Comida industrial o casera?

Educación libre o normativa?

Un sinfín de decisiones que repercutirán en el futuro de la sociedad sin ninguna duda pero en las que llegado el momento te ves sola, perdida en un océano de estadísticas, gurús de pediatría e intereses comerciales, farmacéuticos e industriales.

Cuando la realidad es que lo que la sociedad no puede cambiar es que soy mujer, puedo decidir si reproducirme o no, puedo decidir en cada cuestión que me aborde por el camino y no importa cuanta dificultad se presente en la odisea, no importa el poco apoyo que reciba, porque nadie puede quitarme la información y el poder de decidir.

Y eso queridos lectores es lo que nos debería unir, no deberíamos permitir que el resultado de las decisiones nos separen porque lo verdaderamente importante es luchar para que jamás nos roben el poder de decisión y eso se hace mediante la divulgación de la información, mediante la lucha por la igualdad de facilidades escojas lo que escojas.

En el momento que vuelves a trabajar porque no tienes opción a criar personalmente a tu retoño a pesar de que es lo que más deseas en el mundo; la sociedad falla.

En el momento que interrumpes la lactancia materna por una mala praxis y no porque tu así lo deseas; la sociedad falla.

En el momento en el que el padre tiene que irse a trabajar cuando en realidad quiere disfrutar de la crianza de su hijo en los meses en los que su familia más lo necesita; la sociedad falla.

En el momento que tienes que inscribir a tu hijo en una escuela normativa porque no tienes los medios para inscribirle en una escuela libre, o porque tienes miedo de que en el futuro no se integre en la sociedad; esta sociedad falla.

Nos unimos hace miles de años para proteger y garantizar la supervivencia de la especie, ahora caminamos constantemente en direcciones opuestas desprotegiendo un momento tan vital como es la maternidad y la paternidad.

Los grupos más tradicionales pelean y se manifiestan por el derecho a la vida, cuando lo único que quieren es prohibir el aborto, eliminar una vez más la posibilidad de elegir. Eso no es ser un pro-vida, eso es ser anti abortista.

Ser pro-vida es proteger a la madre de injusticias laborales, procurar que los progenitores puedan encargarse del cuidado del infante, es ayudar a fomentar la lactancia materna y romper con las trabas sociales a los que una mujer se enfrenta para ello, es proteger a los niños que han sido dados en adopción y que necesitan de una familia que los cuide sin importar la naturaleza de esa familia. Ser pro-vida debería ir mucho más allá, y sin embargo son los únicos que se han unido bajo ese emblema.
Los demás han creado diferentes banderas y han iniciado batallas entre ellos para obtener la razón absoluta, cuando eso es inexistente.

Yo quiero una sociedad que nos permita decidir, que nos apoye por igual a las personas que convivimos en un mismo tiempo, en una misma era. Y si me pongo utópica lo extendería a cada rincón del planeta. Pero me voy a conformar con Europa, donde ya hay casos que certifican que una mejora de la maternidad, de la paternidad y de la educación es posible y que repercute directamente en la mejora de la calidad social y económica.

Vivo en Holanda, y mi pareja solo disfrutará de 3 días de baja paternal, la mía son 16 semanas contando que 6 ya las he gastado antes de la fecha probable de parto, debería volver a incorporarme a las 10 semanas de vida de mi hijo, con todo lo que eso significa.

Yo decido, y eso nadie me lo quita, pero las consecuencias de esta decisión repercutirán en la economía familiar de manera directa, y la injusticia no está en si eres mejor o peor madre si te quedas en casa.

La injusticia es que en ningún caso mi sociedad está pensada para favorecer al que más hay que favorecer en este caso, el recién nacido.

 Quizás me tenía que haber mudado unos cuantos países más al norte, pero en ocasiones la vida te depara estas casualidades y como siempre hay que valorar sus “pros” y “contras” y la balanza nos inclina a quedarnos por muy laaargo periodo de tiempo.

La presión del ¿Qué vas a hacer?, la responsabilidad de la decisión que tome, la incertidumbre de lo desconocido, todo empañando un momento consciente, consentido, deseado y soñado.

Quiero ser madre, pero ¿cuanto he de sacrificar sin el apoyo de mi sociedad? Porque no nos engañemos, los sacrificios no son por nuestros hijos. Los sacrificios son por las demandas sociales establecidas y ahí es donde nuestra lucha debe focalizarse.

Por una maternidad y una paternidad respetada, por una infancia respetada, con bajas laborales que respeten el periodo de lactancia exclusiva del bebé, que ayuden a conciliar vida laboral y vida familiar. Porque existen y son eficaces.

Dejamos de pelear y nos unimos?

Necesitaba publicar este pensamiento antes que ningún otro ya que podrás entender mejor en el futuro las temáticas y posicionamientos que aparecerán por este blog tan personal como es Hilos, Bizcochos y tinta.

Un abrazo y a seguir creando!

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