lunes, 19 de septiembre de 2016

De cómo pasar un año sin enseñarle nada a mi hijo.

Hoy me he despertado de golpe, casi de un susto, y a mi mente ha venido un pensamiento tan poderoso que sentí la necesidad de escribir, así, de primera hora de la mañana...

Hoy he caído en la cuenta de que en un año no he enseñado nada a mi hijo...
No le he enseñado a sentarse, no le he enseñado a levantarse, no le he enseñado a dormir, ni siquiera le estoy enseñando a comer o coger un vaso...ni a usar un tenedor!!

A estas alturas quien lea estas palabras debe imaginar a mi pequeño de 14 meses como un bebé  inerte y pensará de mí que soy una terrible madre.

La realidad es que, en este camino, la confianza en que los niños nacen y van evolucionando progresivamente a la par que su cerebro y su sistema músculo esquelético van madurando, la certeza de que vienen con una curiosidad innata, una sabiduría especial que también  llega de serie y unas ganas insaciables de investigar y aprender del mundo que les rodea han sido sus mejores maestros.

Intervenir en cualquiera de esos procesos tan intuitivos, sin saber realmente en que momento están ocurriendo esos cambios, intervenir en algo que ocurre de manera natural llega a ser contraproducente.

Quizás el camino sea más largo, o no, cada niño tiene su ritmo y los hitos del desarrollo se darán según la madurez del sistema nervioso y músculo esquelético así como la madurez del cerebro vaya permitiendo dichos logros. Lo que si es seguro es que la diferencia es evidente, el cuerpo del niño se mueve con más seguridad, la confianza en sí mismos es mayor pues ellos han llegado a conseguir por si mismos todos los logros del camino. No hay mayor satisfación que luchar por algo y conseguirlo. Los recién nacidos y los niños tienen tantísimo recorrido que trabajar, tantos objetivos ppr cumplir, que a veces las ansias del adulto le roban esos momentos.

Lo mismo ocurre cuando juegan, cuando pintan, cuando crean con plastilina.

No estamos en sus pequeños cerebros, no podemos ver lo que la ciencia ya sabe. En esos momentos, nuestros pequeños tesoros, están llevados por sus motores principales, creando nuevas conexiones en el cerebro, coordinando su cuerpo, trabajando la concentración, la propiocepción, descubriendo colores, formas, integrando esa información para tener una base sólida de conocimiento, están ejerciendo de físicos, experimentando... y en momento de máxima creación llegamos con una pregunta sencilla a romper la magia del momento "que estas haciendo" "estas dibujando un sol?" "oh!que bonito!" "las nubes son blancas!".

Es por ello que cada vez tengo más clara mi función en esta etapa.
Observar, acompañar y solo ayudar en caso necesario.
Ellos no necesitan que les enseñemos nada de lo que viene programado en su ADN. Pero si podemos informarnos y ofrecer mejores ambientes, más preparados para sus diferentes etapas y para que esos hitos del desarrollo se produzcan de manera libre y no para que un adulto se sienta más realizado por haber enseñado al niño a caminar.

Lecturas sobe EmmI Pikler, descubrir metodologías como Montessori, Waldorf o Dalton. Entender que los niños no son envases vacíos que necesitan ser llenados de conocimiento deben ser pasos esenciales para ejercer otro tipo de mater/paternidad.

Así que aquí os dejo con mi reflexión matutina y con la feliz sensación de saber que ahí estaré para disfrutar de los próximos años,acompañando a mi pequeño duende y disfrutando de su propio descubrimiento y de su crecimiento personal.

En este fuerte seguiremos creando y compartiendo! (aun sigo trabajando en la receta de magdalenas veganas perfectas!)


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